EL ENSUEÑO DEL AMOR

EL ENSUEÑO DEL AMOR

Un día, mientras intentaba descansar al mediodía, en un duermevela extraño recordé la primera sensación de amor, en ese sueño, ella no tenía rostro, ni cuerpo, ni manos, ni ojos, ni cabellos. Y sin saber el porqué me vi impulsado a escribir en forma febril esas sensaciones. Pienso que quizás, era la representación de todas esas situaciones que viví al enamorarme de cada una de las mujeres que fueron importantes en mi vida, y que hicieron que me sintiera como un adolescente enamorado. Pero que importa cual fue la causa, se que lo sentí, y no solamente el ese ensueño dormitante, los sentía cada vez que una mujer fue importante para mi y los siento cada vez que la rememoro en el silencio de una soledad que a veces busco en forma imperante. Nunca olvidé ni olvidaré a ninguna de las mujeres que amé, ya que ellas fueron la esencia de mi vivir, no solo entonces, sino siempre, ya que olvidé los malos momentos y atesoré en mi alma sus bellos recuerdos.

ETÉREO AMOR

 

Como te añoro en el tiempo.

 

Aquella mirada huidiza, que iba robando la luz de otros ojos que siquiera intentaran mirarte, y arrebolándote el alma, sentías como la sangre fluyendo por tus mejillas pudiera a ti delatarte, haciendo que te escondieras en ese rincón recóndito de tu corazón ardiente.

 

Aquel mover de las manos, temblorosas e indecisas, que cual bichito al acecho avanzabas hacía ella, y luego retrocedías, sintiendo como te ardían las manos con los deseos, y notando que quizás si la pudieras tocar incluso la quemarías.

 

Tus piernas laxas, sin fuerzas, encaminaban tus pasos buscando que te acercaras, pero la mente indecisa las disuadía sintiendo ese temor de que ella te pudiera rechazar, y se volvían tan blandas cual las nubes de algodón.

 

Palabras que comenzaban y sin saber el porqué, en un lugar que no existe se quedaban atoradas, y ese discurso de amor que con afán y temor tú repetiste mil veces, se quedaba en el silencio sin saber si comprendió.

 

Ese beso que sentiste, aun si rozarla siquiera y notabas que su aliento el alma te incineraba, haciendo que mil suspiros florecieran sin quererlo mientras sentías que la vida se escapaba de tu cuerpo por entregársela a ella.

 

Esas noches de pasión, donde soñando y soñando anhelabas su caricia de tal modo, que llegabas a sentir que su amor era tu vida, que ya encontraste por qué habías llegado al Mundo, y se marchaba al despertar en tu cama.

 

Aquella sonrisa boba que distendía tus labios haciendo que sonrieras, y asentir con la cabeza sin escuchar tan siquiera qué murmuraba su boca, pues hubieras aceptado que te

dijera una cosa, cualquiera que ella fuera, tan solo a cambio de hablarte.

 

Aquel temblor tan extraño que solamente sentías cuando se acercaba ella, miles, millones de hormigas por tu cuerpo caminaban, haciendo a tus finos bellos que de pronto se erizaran, mientras temblabas por dentro sin que por fuera se viera, y sonrojada la cara pareciera que sintieras como todos te miraban.

 

Ensueño de los ensueños, que siempre te transportaba a aquel lejano planeta que solo es conocido por aquellos seres puros que sienten que se enamoran, sin comprender tan siquiera que el amor del sentimiento, etéreo, efímero e intangible, te lleva a tan dulces sueños que inhiben las realidades que lleva la carne dentro.

 

Luz en la noche sombría, que iluminando el camino, que inexistente se traza delante del caminar, siempre te lleva a su calle, atravesando mil plazas que nunca recordarás y se detiene ante ella, ignorante de las leyes que dictan la gravedad.

 

¿Dónde quedaste perdido? Pues retornando en tu busca, te seguí por muchos años, hasta sentir que la duda floreciendo en mi cerebro, me dijo, nunca existió, fue fruto del pensamiento que cuando te sientes viejo hace que añores aquello que tu alma no vivió. Pero me niego a aceptarlo y unas lágrimas rebeldes se escapan aunque yo intento retenerlas en los párpados. Es imposible me digo, que aquella cosa tan bella, cual inocencia de amor que nunca sintió su cuerpo, fuera tan solo mi sueño que en una noche de angustia, sintiendo la juventud que ya quedaba perdida necesitaba inventarme, para tener el por qué, podía morir tranquilo sabiendo que si sentí.

 

Ay, sueño de mis ensueños, aunque resultes mentira, nunca me muestres envida que aquello nunca existió, pues moriría llorando y sintiendo que la vida de aquello que era importante por castigo me privó.

 

Vicente José Gil Herrera

 

 

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