LA EVOLUCIÓN.
A veces, involuntariamente, guardamos recuerdos que pudieron ser hermosos, atractivos, interesantes o simplemente diferentes, y con el paso de los años, nuestra mente los va idealizando, hasta llegar a convertirlos en idílicos, y nos gustaría, que en un momento de nuestra vida presente pudiéramos retomarlos en la misma situación que ocurrieron entonces. Pero nos olvidamos de que el tiempo transcurrido ha ido dando formas diferentes a las situaciones, circunstancias, y con ello a las vidas de cada uno y a los entornos que las hicieron únicas o especiales.
Esto suele ocurrir con mucha frecuencia en las personas que han emigrado por largos años. En su subconsciente guardan recuerdos del país que abandonaron, de sus pueblos, calles, campos, familiares, amigos y su forma de vivir entonces. Y cuando regresan se encuentran con terribles decepciones, ya que todo ha cambiado, todo ha evolucionado, incluso ellos mismos. Nada es lo que era.
Yo regresé a España desde el extranjero después de 18 años, y se me ocurrió ir a la última ciudad en la que viví, con la esperanza oculta de poder retomar mi vida en algún momento de los que dejé atrás. Curiosamente, la ciudad había crecido en forma desmesurada, los niños eran adultos, los adultos eran viejos, y mis amigos ni siquiera me reconocieron. Como ejemplo: Llegue a un bar al que solía ir con mis amigos, y al entrar vi que estaban la mayoría en distintos corros, con diferentes compañías. Observé que “El Gordo” (como le llamábamos antaño) estaba solo en la barra. Me acerqué a él con un cigarrillo en la mano y le pedí fuego. Yo esperaba que me mirara sorprendido y realizara una exclamación de asombro y alegría al reconocerme, pero no fue así. Me miró, sacó su mechero, me dio fuego y siguió tomando su caña de cerveza. No le dije nada, la decepción se adueñó de mí. Le di las gracias y me marché. Y en ese momento comprendí que no era el país que había dejado, y que no pertenecía él. Pero tampoco al lugar del que venía. No pertenecía a ninguna parte.
Parroquianos, a veces idealizamos los tiempos y las vivencias pasadas e intentamos recobrarlas, cuando es mejor dejarlas en el pasado y seguir teniéndolas como partes de nuestros sueños, ya que las recordaremos con ternura y alegría. Las realidades actuales pueden decepcionarnos. Yo tomé la decisión de sentirme en una nueva patria que me acogió, me dio trabajo y me reconoció como un miembro más, y vivir la vida sin aferrarme a intentar insertarme a vivir en tiempos pasados. Si, los recuerdo, y en ocasiones, cerrando mis ojos los revivo, pero sabiendo que son ensueños, que mientras los mantenga como tales, me harán disfrutar y si intento revivirlos en la realidad actual, solo alcanzará a destrozarme en profundos pozos de añoranzas y decepciones.
Vicente José Gil Herrera