SENTIR EL AMOR.
Luego, volviendo a atraerla hacia mí, besé sus labios y ella respondió. Charlamos, le dije de broma que ella era un rosal y me contestó inmediatamente que no, que era el jardinero. La abracé y besé con ternura, la acaricié con todo el amor de que era capaz, le dije como la deseaba, quizás le dije demasiadas cosas, pues su alma cándida y sincera estaba verdaderamente turbada, no como cuando días antes me había comentado que la perturbaba, ahora sí, profundamente, ya su lucha interna era manifiesta, y lo más terrible para ella es que sabía que la estaba perdiendo.
Aquella noche escribí:
Hoy el perturbado soy yo,
y no solo por sentir
el cosquilleo en mi ser,
es que me volviste loco
cuando tu boca besé;
cuando tus labios sedosos
y dulces como la miel
respondieron con caricias
que nunca yo me esperé,
era sentir en los míos,
los pétalos de una rosa
mojado por el rocío
cuando empieza a amanecer.
Era sentir que sentías,
que a pesar del pensamiento
y en contra de la razón
tú tienes un corazón
que late a la par que el mío.
Era sentir la ternura
por muchos años guardada,
y que escondía a los ojos
me supo llegar al alma.
Era dulce sinfonía
que hace vibrar el alma
durmiendo con sus compases
que me renazca otra calma.
Como sentir que te amo,
pues el temblor de mis manos
con fervor me delataba.
Era despertar la gruta
que anidan los sentimientos
y dar suelta a la locura
que te lleva a los ensueños.
Era el sentir que mis venas
no solo contiene sangre
con mezcla de algunas penas;
hoy por los ensueños arden;
y el palpitar tan cansado
que tuvo mi corazón;
tan solo en unos instantes
todo su ritmo cambió,
y para serte sincero,
soñaba yo con tus besos,
mas nunca llegué a pensar
la sensación tan intensa
que me dieron al llegar.
Vicente José Gil Herrera