Amor platónico
A pesar de tantos años nunca se borró su imagen. Yo me encontraba cantando en el sótano de un pub, al final de una canción, una zamba de Cafrune, que estaba por terminar, acariciaba las cuerdas de mi guitarra española, cuando vi como llegaba la musa de mis ensueños. Bajaba por la escalera que se encontraba en penumbra, mas con la luz de sus ojos, alumbró la noche oscura, camisa blanca de nieve, con mariposa bordada que le cubría el frontal, melena suelta oscilante a cada paso al bajar, sonrisa de sol radiante, que muestran con desenfado dos filas de finas perlas que titilan con la luz, su caminar de tigresa que parece va a cazar. Oh sueño de mis ensueños, musa que viene al poeta y que le hace soñar, sentir que su corazón le comienza a palpitar y parece que del pecho se le vaya a escapar. Niebla que nubla el sentido y te lleva solo a amar. Y sin pensarlo siquiera, mis dedos independientes de mi pobre razonar, comienzan a desgranar la notas en melodía del Concierto de Aranjuez, y de mi pecho se escapa una poesía impensada que ni puedo recordar, solo sé que habla de amor, de ensueños que lleva el viento, de momentos de alegría, de un amor que rendido se le inclina ante los pies. Ella lo siente y lo veo en su boquita de miel, mas estando acompañada no sabe lo que hay que hacer. Mira mis ojos febriles de calentura de amor, sonríe con una sonrisa que llena de comprensión me parece a mí atisbar. Guarda silencio y escucha, y al terminar hace caso a su pareja y se comienza a marchar, aunque al subir la escalera se queda mirando atrás. Ay, musa de mis ensueños, que ni siquiera tu nombre puedo llegar a alcanzar, mas ese vivo recuerdo por siempre me quedará.
Vicente José Gil Herrera.