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ANTIGUA VENEZUELA

ANTIGUA VENEZUELA

Hoy cerré los ojos y me permití soñar. Como transportado en el tiempo, llegue a una Venezuela feliz, amable y próspera. Un país soñado por muchos como una tierra de promisión. Un lugar, donde cualquiera que llegara, sin importar su nacionalidad, su credo, sus ideas, su profesión o sus tendencias, era recibido con los brazos abiertos y tratado como alguien de la familia. Un pueblo feliz, cuya única preocupación era gozar y bonchar. Donde la música inundaba el ambiente. El olor a pan hecho cada rato por los portugueses. Los italianos comiendo cachitos con Coca Cola. Los turcos colocando las mercancías en sus tiendas o bazares. Los gallegos con sus abarrotes. Todos afanándose por hacer las Américas y retornar ricos, aunque la mayoría de ellos se quedarían para siempre. Sus países eran menos alegres, y el que iba a ellos, regresaba con nostalgia. Paisajes, flora, fauna, clima, todo hacía vivir con una intensidad indescriptible. Y sus mujeres, ganadoras de certámenes mundiales e internacionales, son una raza especial, una mescolanza de indígenas, africanos, europeos y mil razas más, que han dado como resultado unas bellezas inigualables. Pero curiosamente, las extranjeras que llegaban se contagiaban de su dulzura y exuberancia. ¿Cómo es posible que alguien haya destruido ese paraíso inigualable? Me desperté llorando de tristeza. Una congoja arraigada en el alma, que me hace sufrir por el destino de un pueblo que acogió a todos con los brazos abiertos y que ahora es rechazado por aquellos a quienes auxilió. ¿Hay justicia divina? No lo sé, y no me lo parece. Ánimo hermanos, la LIBERACIÓN está cercana y VENEZUELA volverá a sonreír.

Vicente José Gil Herrera

 

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