BELLA ROSA MARCHITA

Casi todos, cuando hablamos u oímos hablar del amor, se nos vienen a la mente cosas hermosas, juventud, lozanía, tersura, sonrisas y placeres. Pero el amor es algo más, es algo que se debe prolongar en el tiempo y el espacio. Y la vida transcurre sin prisa pero sin pausa. Amar es admirar lo bello y lo menos bello, ya que dentro de la degradación del tiempo, la persona o la cosa amada, siguen siendo hermosas. No importan sus arrugas, la caída de sus pétalos, la pérdida de facultades. El amor es hermoso en todas sus etapas y momentos. Aun en la vejez, la soledad y la ausencia.

 

BELLA ROSA MARCHITA

 

Mirando una rosa un día,

con su infinita frescura,

su exuberante belleza

y ese porte altanero

que transmite al que la mira.

Quedé prendado de ella.

Y aun estando en mi casa

seguía pensando en ella,

con ese olor tan suave,

la tersura de sus pétalos,

una gota de rocío

que por ellas resbalaba

y que con la luz del sol

su belleza potenciaba.

A la mañana siguiente,

mirándome en el espejo

sentí envidia de ella,

o quizá era ese amor

que no se puede explicar

por no llegar a entender.

Me fui a sentar ante ella,

y de nuevo la observé,

su tallo, sus hojas,

su forma de cimbrearse

ante la brisa temprana.

Todo en ella era hermoso,

tan precioso que por días

me sentara a contemplarla.

Pero llegué una mañana

y la rosa mustia estaba,

tres pétalos en el suelo,

uno que estaba colgando

y su cabeza inclinada

como si mucho pesara.

Me la acerqué con ternura,

recogí los mustios pétalos

y la corté de su tallo,

la cobijé entre mis manos

y me la llevé conmigo,

no quería que la gente

la viera en tan mal estado

y tuviera una agonía

que yo pudiera evitar.

La puse en la mesa en casa,

me senté y la contemplé

y al observar comprendí

lo efímera que es la vida

y que cuando ajado esté,

cuando no tenga remedio

me gustaría que alguien

me evitara la tristeza

de tener que soportar

no ser lo que antes fui.

Y me miraran con pena,

con compasión o tristeza.

Prefiero que me recuerden

como yo les conocí.

 

Vicente José Gil Herrera

 

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