¿A quién no le gustaría morir siendo lo que siempre soñó?
Yo pienso que todo ser humano, incluido yo, tiene sueños no alcanzados que aunque fuera por un momento, le gustaría ver realizados antes de morir.
Y quizás no nos merezcamos esa oportunidad de por unos instantes vivir ensueños como realidades, quizás ya no tengamos el temperamento, la fuerza, la ilusión u otras muchas cualidades para alcanzar esos sueños. Pero son nuestros sueños y nadie podrá quitárnoslos y si tenemos el coraje de dedicar el último aliento a que se cumplan. ¿Quién sabe? Quizás los alcancemos.
¿CABALLO DE LOS SUEÑOS?
Lo veía en el risco cada tarde,
con sus cascos delanteros sobre las rocas,
sus crines ondeando al viento de la tarde,
su relincho sonoro, fuerte y orgulloso.
No era salvaje, pero merecía serlo.
Cada tarde,
con la parte delantera de su cuerpo
más elevada que el resto de él,
las orejas erectas, escudriñando sonidos;
su mirada perdida en la lontananza del vacío,
el cuello curvado cual caballo Cartujano.
No era de raza, pero merecía serlo.
Cada tarde,
lo veía aparecer en el risco,
tres peñascos sobre tierra pedregada
y algún olivo, cuatro matojos de jara,
subía con un impulso que parecíase al brío
del potro joven y fuerte derrochón de fortaleza.
No era joven, pero merecía serlo.
Cada tarde,
cuando llegaba el ocaso,
su figura a tornasol era digna del paisaje,
rayos de sol por las crines, la cola como bandera,
la estampa de pura raza, el relinchar vigoroso,
mirada que escudriñaba más allá del horizonte.
No era hermoso pero merecía serlo.
Un día que no lo vi, me acerqué hasta el cortijo
y preguntando por él, me dijeron que había muerto,
allá, en lo alto del risco, era viejo y el esfuerzo
ocasionóle la muerte, no pudiendo socorrerlo.
Cerré mis ojos, y viendo como pintura perfecta
los recuerdos de ésos días, y comprendí al instante.
¡Sabía que se moría, y quiso vivir su sueño!
Pues de caballo de arrastre soñó ser un garañón,
del caminar de la carga, soñó con ser muy veloz,
de olvidado en una cuadra, soñó con ser ganador,
y en su último relincho, quiso que supiera el mundo,
«No soy quien era, pues ahora soy quien soy»
Murió feliz, orgulloso, y aunque solo fuera un sueño
lo hizo su realidad y con el último grito alcanzó su libertad.