No soy, o al menos no era, dado a creer en cosas de otro mundo, en videntes, hechiceras, brujas y otro sinfín de nombres que algunas gentes reciben. Pero como decía aquel a la pregunta de si creía en las brujas ¡Yo no, pero de que vuelan, vuelan!
Parece que la esté viendo,
yo me encontraba en la cama
postrado en un hospital,
resultas de un accidente
que me dejara muy mal,
me habían cortado la ropa
y me hallaba desnudo,
las heridas aún sangrantes
se veían por doquier.
Entró despacio, en silencio,
tendría setenta años
o podrían ser aún mas,
me miró y en sus ojos
nacíole una cortina
que terminó desbordando
y surcando por su rostro.
Que Dios este contigo hijo.
Que a usted la “compañe” Doña.
No me llore usted Doñita,
que me queda mucha cuerda.
Me miró con gran tristeza
y con susurro lastimero
me dijo pocas palabras,
pero llegaron al alma.
No lloro por las heridas,
la pena que estoy sintiendo
es que mirando tu alma
tiene muchas cicatrices.
Cuando se marchó la vieja
quedóme como en un sueño,
pues que luego al despertar
y analizando lo dicho,
tuve yo que concordar
con lo que ella me dijo.