DOS MIGRANTES.
Ven, acércate a mí, compartamos nuestro frio, que las miserias son menos si se pueden compartir. Dejemos que nuestras almas se junten y nos irradien del calor del sentimiento que emiten los corazones cuando gozan de amistad. Ven, acércate, que el ser un desheredado, no puede significar que no tengas amigos. Tu y yo somos lo mismo, dos seres que en este mundo hemos venido a luchar, por conseguir que mejore a pesar de los demás. Tu atravesando mil millas, y yo surcando la mar. En peligro nuestras vidas las pusimos a jugar, para vencer al destino que nos quiso encasillar en la opresión y miseria del lugar en que nacimos. Ven, sonríe, se acabó tu soledad, y tú mataste la mía al entregar tu amistad.
Caminemos, pero hagámoslo juntos, para que el mundo comprenda que no existen diferencias por el color de la piel, por la lengua, las costumbres, el credo o la procedencia. Y que aprendan que los hombres nacemos todos iguales, desnudos, embadurnados en sangre, con grito de rebeldía por traernos a este mundo, dependientes de unos senos que amamantan nuestra hambre sin nada pedir a cambio.
Por eso, ven, hermano, compartamos nuestro frío, nuestras tristezas y penas, pero también la alegría de conocer a un amigo.
Vicente José Gil Herrera