EL CAMINO DE LA VIDA.
Ay caminito empinado que a mí me tocó vivir. Sé que hubo trechos llanos que me hicieron sonreír, otros, que fueron los menos, cuesta abajo disfrute y caminé sin esfuerzo, admirando hasta el paisaje y recargando a mi alma, de otras ganas de seguir. A veces me equivoqué y debí volver atrás, mas siempre puse coraje para volver a empezar. Y cuando estaba cansado, preñado en desesperanza, una voz queda a mi oído, me susurraba despacio, levanta, te queda mucho camino. Y sin saber el porqué, me levantaba con fuerzas para otra cuesta subir.
No me arrepiento de nada, solo luché por vivir, en un camino de escollos fui sorteando la vida, conocí a muchas gentes, me enamoré y disfruté, y aprendí que a un disfrute le acompaña una tristeza, y las viví por igual, a veces risas felices, en otras llantos amargos, pero aprendí de mis yerros e intenté subir mejor. Tuve tiempo de luchar, de descansar y de amar, de llorar y sonreír, de disfrutar de los campos, de los ríos, de las playas, las montañas, manantiales, de animales que encontré, y a algunos le pregunté si su vida era tan dura como la que yo vivía, me miraron fríamente y nunca me contestaron, y es así que yo aprendí a guardarme para mí las cosas dulces y amargas, ya que todo es mi vivir. Me acostumbré a soledades que al principio eran tristes, diría desoladoras, pero al final intimamos y cuando me encuentro solo, aprendí a recordar, ella me entrega silencios, yo le digo mis vivencias, y cuando emprendo el camino tengo el alma reforzada para enfrentarme a las cuestas.
Ay caminito de vida, mucho llevo recorrido y va llegando el final. Y cuando llegue el momento te estaré agradecido por las ricas experiencias que me acabas de enseñar.
Vicente José Gil Herrera