De mi libro Mi amigo José.
EL HOMBRE
Al igual que la mayoría de los adolescentes, cuando comenzaron a salirme los primeros pelitos del bigote, me di a la tarea de afeitármelos todos los días mientras que a la vez intentaba aparentar mayor seriedad y respetabilidad, endureciendo mi voz; mi alegría fue grande cuando comenzaron a salirme vellos en el pecho y abría mi camisa, incluso en invierno, para que me vieran los cuatro pelos del pecho.
En ésta situación llegué un día ante José, hacía mucho frío y sin embargo, debajo de mi chaqueta llevaba la camisa abierta hasta el estómago, el pecho inflado como un globo, la cabeza alta y orgullosa, el caminar firme y pausado, y una voz cavernosa y lenta.
José me miró seriamente, pero tenía algo extraño bailando en sus claros ojos, un matiz alegre que no supe distinguir hasta horas después. Me saludó y comenzó a conversar:
J.- Está frío el día hoy.
A.- No, no mucho, le respondí, aunque en verdad estaba apretando los dientes por el frío que sentía.
J.- ¿Qué te parece si damos un paseo? A.- Si te apetece…
J.- Espera, voy por el abrigo y la bufanda. ¿Tú quieres ponerte algo encima?
A.- No, gracias. No siento frío.
José retornó abrigado hasta los ojos y salimos a la calle, y aunque en verdad hacía frío, no dije nada al respecto. Comenzamos a caminar y llegamos hasta la Plaza Colón. Una vez allí, él me señaló un banco y nos sentamos en él.
J.- ¿Vistes qué cantidad de niños hay jugando aquí? Parece mentira que ni el frío consiga que se queden en sus casas.
A.- Es que corriendo y jugando se les quita el frío.
J.- No sólo corriendo, es también su organismo que reacciona mejor que el nuestro. Los viejos tenemos ya que cuidarnos. Oye, ¿tú no tienes frío?
A.- Los hombres no tenemos frío. Eso es cosa de mujeres.
J.- ¡Caramba! la verdad soy tan descuidado que no me había dado cuenta que ya te habías hecho un hombre. Pero ahora que me fijo, es verdad; sí, tienes uno, dos, tres, cuatro y cinco, cinco pelos en el pecho, y además ya te afeitas el bigote y todo. Qué despistado soy.
A.- Pues ya hace tiempo que lo tengo.
J.- Bueno hombre, perdóname. ¡Qué le voy a hacer! Ya me estoy haciendo viejo día a día. A propósito, ¿Qué más ha cambiado en tu vida al hacerte hombre?
A.- Pues mi voz. Siento más atracción por las mujeres, me ha salido vello en el pecho, me ha crecido el bigote, y me han sucedido gran cantidad de transformaciones.
J.- ¿Solamente eso?
A.- Bueno, otras cosas. He comenzado a enamorarme. J.- ¿Y qué más?
A.- Mi forma de ver la vida.
J.- Me parece que en eso no has cambiado mucho, pues sigues pensando que la mujer es menos que el hombre. Según tú, la mujer tiene más frío, es más débil, etc. O sea que eres todo un machito.
A.- No es que sea machista, es que todo el mundo sabe que es más débil, por algo le llaman el sexo débil.
J.- Esta es una expresión machista, pues en todo el caso sería el sexo delicado, pero no por debilidad, sino por delicadeza y sensibilidad.
Párate a pensar un momento. ¿Tú serías capaz de aguantar todo un día las bolsas de la compra, o un niño cargado en brazos? ¿Verdad que no? Pues la mujer sí. Eso determina que tiene más resistencia y por lo tanto más fuerza. El hombre puede tener más empuje en el momento.
Por otra parte, ¿tú crees que la mujer tiene más frío que el hombre? Esto es incierto, ya que la mujer tiene un sistema de acumulación de grasa bajo su piel, el cual le permite, en primer lugar, valerse de energías acumula- das para alimentar a su bebe durante y después de del embarazo y estas grasas acumuladas la aíslan del frío, cosa que no sucede en el hombre. En el terreno mental, la mujer siempre se sale con lo que desea, pues ha aprendido a conseguir las cosas sin imponerse. Mientras que el hombre blasona y gallea, ella hace lo que quiere, por ello es más inteligente.
Además, mi querido amigo, para ser hombre no solamente hay que tener bigote, pelos en el pecho y poner voz de locutor meloso. Para ser hombre, y permíteme la redundancia, hay que saber ser hombre. Esto se consigue, en primer lugar, cumpliendo con tus obligaciones de cada día, por ser mejor y dar algo a la humanidad. Hay muchos que piensan que para ser hombre, solamente hace falta tener una mujer, pero se equivocan. Los animales se aparean y no por ello llegan a ser hombres. Ser un hombre es saber afrontar las responsabilidades, saber razonar y aplicar la medida más útil y justa al caso.
Por ello, que no te haya reconocido como hombre, pues realmente para mí eres un muchacho responsable y cumplidor, más serio que otros y con un gran deseo de aprender, pero si fueras un hombre, porque te sintieras realmente como tal, no sentirías la necesidad de demostrarlo a la gente, mostrando tus cuatro pelos y medio o afeitándote el bigote, y mucho menos exponiéndote a una pulmonía solo porque te vean.
A.- Curiosamente, cuando llegué a sentirme un hombre, jamás tuve la necesidad de demostrárselo a nadie, pues al estar yo seguro que lo era por mis actuaciones, nadie jamás lo puso en duda, y si lo hubiera hecho, real- mente no me habría importado.
Es más, en la actualidad cuando me preguntan en algún escrito si soy hombre, suelo decir en plan de broma que aprendiz de hombre, pues llegar a ser hombre en el amplio sentido de lo que implica esa palabra, es tan complejo que no sé si llegaré a conseguirlo.