Hace mucho tiempo conocí a una mujer que me causó una gran impresión, la vi delicada, tierna, frágil y sensible, con una fuerte tristeza en sus ojos, con su comportamiento nervioso y esquivo, y sin quererlo me evocó a una golondrina cuando el temporal daña su nido.
Aunque no parezca cierto, cuando se han vivido profundas tristezas y aunque para todos ya puedan encontrarse en el olvido, cuando te encuentras en presencia de alguien que en ese momento las está viviendo, algo, sin saber el que atraviesa tus poros y te la hace sentir, sensación terrible, que aun sabiendo lo que siente la otra persona debes guardar silencio, sin que pueda darse cuenta tan siquiera que tú lo estas sintiendo con ella, y ante cruel desatino que no permite a la lengua decir lo que en tu cerebro lleva horas dando vueltas, mejor recurre a un amigo, y escribe solo un poema.
GOLONDRINA
Golondrina que nerviosa
perdió parte de su nido,
que esta vez muy temerosa
busca enfrentarse a una vida,
la cual encuentra vacía
y carente de sentido,
pues el norte que tenia
hoy lo ha visto interrumpido.
Golondrina delicada
con siempre su mismo nido,
con vuelos cerca del nido
no has conocido más mundo
que tu corto recorrido,
y piensas que las distancias,
la soledad y el peligro,
se encuentran siempre reñidas
con el amor de tu nido.
Golondrina delicada
remonta alto tu vuelo,
recorre grandes distancias
mientras miras universos,
desecha del corazón el miedo
a iniciar un nuevo vuelo,
vuela, vuela, golondrina
veras que crecen tus vuelos,
que el paisaje desde arriba
resulta menos siniestro,
que los sueños que se mueren
se cambian por otros nuevos,
que donde habían temores
resurgen las esperanzas,
que por que se rompa el nido
la vida nunca se acaba,
vuela, vuela golondrina,
te nacerá la esperanza,
ensoñarás confianza
y tendrás tu nuevo nido
en el refuerzo que otorga
la rudeza que produce,
la soledad y el dolor,
y entonces, tu golondrina,
sentirás que el cielo es tuyo,
percibiendo las estrellas,
los campos que están en flor,
y una vida diferente que nunca
por tus cadenas llegaste a imaginar.
Vicente José Gil Herrera