MI PRISIÓN.
Terrible poesía que duerme en un cajón, realizada en un momento de desesperación, cuando a pesar de estar amando sabes que tienes que romper, que todo se acabó, que está en juego tu propio ser. Y con dolor en el alma decides marchar.
Mi prisión.
Terrible prisión sin rejas ni muros,
sin guardias que me vigilen,
sin coacción a la fuga.
La prisión de la renuncia a ser,
la del análisis doloroso, en que fugarte
significa perder a lo que amas,
y quedarte, es el no ser,
es renunciar a quien eres,
es mirar al espejo y ver a un ser extraño
al que no puedes reconocer.
Terrible disquisición, renunciar a lo que amas,
o sufrir la vejación de quien sin quererlo
y por su propio mérito has llegado a aborrecer.
¿Qué hacer? Huir y dejarlo todo atrás,
o volver a ser quien eras y enfrentarlo
a pesar de que tu acción pueda
llevar el repudio de quien amas.
¿Quién soy ahora? Creo que nadie.
¿Qué soy ahora? Pienso que un juguete
de quien me desprecia y se aprovecha de
quien amo con el alma.
Pero ya no tengo alma, ya no soy yo,
ya estoy muerto en vida,
cuando consiento por amor que se abuse
de aquellos a quien amo y respeto.
Es preferible la huida,
el sentimiento que tengo arraigado
en mi estómago me pide justicia
cueste lo que cueste,
me pide actuar y buscar la sangre de aquel
que daña lo que quiero y me destroza a mí.
Pero hacerlo significaría perderla a ella.
Huiré de esta prisión que encadena mi alma.
Vicente José Gil Herrera