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POETA REAL

POETA REAL.

A veces siento tristeza cuando oigo comentarios, de que alguno no es poeta. Que las críticas arrecian por no conservar la métrica, por olvidarse de rimas, por declamar con acentos y usando algunas palabras que no parecen correctas, Reconozco los valores de todos los escritores que todo escriben perfecto, de los puristas, de los clásicos y doctos. Tan solo les hago un ruego. Que por tan solo un momento, piensen si cuando observaron una planta, un paisaje, la misma naturaleza, consideraron que era la imagen perfecta. O tal vez alguna piedra, una planta, algún sendero, no estaban en lugar correcto.

A lo largo de mi vida, he intentado distinguir entre poetas y escribas, escritores que posponen el sentir a la gramática, la corrección del idioma al sentir del corazón. Para mí, no es poeta aquel que escribe, es el que arrancando palabras que nacen del corazón, hace latir a otros seres con su misma devoción. Los corazones se unen y vibran a un mismo son. Hacen suyas las poesías y les despiertan pasión.

He asistido a teatros, donde poetas perfectos, adornados con sus galas, acompañados de orquestas, entre ovaciones y palmas, representaban sus obras. Les juro, me emocionaron. Pero les quiero contar, que viví en escenarios que nada tiene que ver y que me hicieron llorar. Y que me acerqué al poeta, sentado enfrente de mí, y en un abrazo fraterno nos pusimos a llorar. Que con su ruda presencia, con su ropa de faena, con un sombrero raído que usa para ocultar esas lagrimas furtivas que se escapan al contar las penas del corazón, era un hombre como yo.

Como viajero incansable, que estaba huyendo de mí, viaje, conocí, sentí y amé, la mayoría de los países de Iberoamérica y otros continentes y tierras. He recorrido países, atravesado miles de pueblos, me he sentado con las gentes en las hogueras de campos, en pueblitos, en caneyes, en chozas, en sitios indescriptibles porque en ellos nacieron, se criaron, y en el tiempo, llegaron a ser que fueron. Por lo que puedo jurar, que nadie sabía escribir. He escuchado a campesinos, con una guitarra vieja, desgastada y maltratada lo mismo que el propietario, con unos dedos callosos, con sus manos de labriego ir arrancando las notas desde el bordón a la prima, mientras del alma sencilla, iban saliendo poesías que me erizaban los vellos, y yo, llorando con ellos, aprendía sus silencios, a veces más elocuentes que las palabras expuestas. Me lamente en sus lamentos, suspiré con sus requiebros. Y después de todo aquello, entrecerrando los ojos, me puse a escuchar el viento, las ranas, los pajarillos, incluso algún insecto, el crepitar de las llamas, que lo arrullaron en coros como bajos somnolientos. Y yo puedo asegurarles, que hasta los campos callaron al escuchar sus lamentos.  Quizá disientan conmigo, mas carece de valor, yo sé lo que a mí me digo, y guardo lo que he sentido.

Poeta, es aquel que en sentimientos profundos de alegría o de dolor, de pena o de desamor, de ilusión o de tristeza, saca en su voz los jirones de un corazón que palpita al compás del sentimiento. No es aquel que los escribe, la mano es la extensión de una pluma que educada en costumbres más cultas y más mundanas lo plasma como recuerdo. El poeta cuando acaba ya no puede repetirlo. Usará otras palabras, otro tono, otra cadencia, y tú lo sentirás igual, ya que aunque suene distinto son los mismos sentimientos que acababa de contar.

Pido perdón si he ofendido a quien se sienta nombrar. Pues le juro por mi honor que no he buscado zaherir. Es hablar de corazón de lo mucho que viví.

Vicente José Gil Herrera.

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