REBELDE CON CAUSA.
Hoy, antes de comenzar, debo pedirle perdón a aquel que pueda ofenderse sin terminar de leer. Pues me enseñaron de niño, que no se debe mentir. En todo caso callarse para que nadie se ofenda. Pero hay veces que el silencio, llega a corroer el alma. Y criado en medio mundo, con una vida de paria, escuchando a los poetas que desnudaron sus almas para enseñar las miserias. No me siento en el derecho de callarme por más tiempo.
Algunos me preguntaron si yo creía en su Dios. Y para no discutir, nunca les dije que no. Sonreí, miré a otra parte, y les cambié la atención.
Pero a fuer de ser sincero, por experiencias vividas, yo me configuré mi Dios, que no lo llamo ni así. Y no es que yo lo conozca, pues nunca Él me escuchó, ni tan siquiera rogando para otros el favor. Y hay veces que creo en Él, y en otras me creo que no.
No creo en las religiones, las iglesias, sacerdotes, obispos o cardenales, ni nadie que dice ser el mandatario de un Dios, tampoco en los reverendos, ayatolas o rabinos, ni en nadie que a mí me diga que se siente mensajero de aquello que es divino, o al menos ellos lo piensen. Los respeto y a sus creencias, ya que tienen el derecho de pensar como ellos quieran. Y si tuvieran la suerte de poder hablar con Él, quisiera que le dijeran que salve a los inocentes y mire más por el Mundo, si es que esa son sus tierras o el Reino como lo llaman algunos que todo esperan.
Y no suelo hablar de esto, pues se termina en reyertas, discusiones sin sentido, y algunos hasta se enfadan, cuando pido que lo llamen que quiero charlar con Él. Tolerancias predicadas que luego caen al vacío, cuando intentas razonar y les llevas la contraria.
Se han muerto niños conmigo, teniendo un cura a su lado, y solo dijo, y totalmente convencido que era designio de Dios. Y sin poder contenerme, le pregunté sin más remilgos ¿Por qué no lo designa a usted? ¿A caso tiene más limpia el alma que el que acaba de nacer? Otro misionero un día, a un indio que se moría lo ungió con los Santos Oleos y le dio la extremaunción. Y yo montado en mi cólera, levanté al indio en brazos, me lo acerque hasta el rio, lo lave y lo aseé. Lo devolví a su choza, después de haberla limpiado, hice un hueco en los vejucos que formaban la pared, para poder ventilar y que sanara el lugar, busque un barreño de plástico, llenándolo de agua fresca, me arranque la camiseta y lo estuve refrescando cuatro noches y tres días. Le preparaba buen caldo, y así el pobre comía. Le fue viniendo la vida, esa que antes se iba. Y cuando estuvo consciente, el misionero decía ─Hijo, dale gracias a Dios, que te ha salvado de una muerte cierta.
Sin poderme contener yo solo le contesté: ¡Una mierda para usted! ¿Ya no le queda vergüenza? A usted solo le faltó apuntillarlo al instante. No me hable de su dios, si intermediario es usted.
En otra ocasión un día, de Malaria me enferme. Vi que una anciana moría abandonada en su choza, esas que llaman caney. Los hijos, los familiares, le empujaban la comida con un palo, por temor a contagiarse. Me arremangué la camisa y me planté en el caney, la tomé entre mis brazos, pesaba cual pajarito y al río me la llevé Iba febril, murmurando, cosas que yo no entendía. Pero al meterla en el agua y refrescarse su cuerpo, comenzó a darse cuenta de donde estaba y con quién. Aseada y refrescada, busque otro caney, el que era de su hija, y allí yo me la llevé. Le puse la ropa limpia y al hospital la entregue. Y lo curioso señores, que cuando estaba curada, el cura del hospital le decía que rezara dándole gracias a Dios, porque la había salvado. Y no conforme con eso, inició una colecta para comprarle las velas y oraciones al Señor.
Conocí santos varones y también a santas hembras, que han dedicado su vida a servir a los demás. ¡Más que poquitos que quedan! Y si se fijan un poco, y no es necesario mucho. Verán que las cabeceras, los jerarcas, los que mandan, los caciques ¡Pues lo son! Viven llenos de riquezas, atesorando caudales, viviendo con grandes lujos, como si en la Edad Media estuvieran. Y van pidiendo que dones para mitigar el hambre de los que pasan miserias.
Mi dios, ¿Si es que existe? Debe ser un dios piadoso que no castiga y que premia, que no perdona la vida, pues simplemente la otorga. Que no manda a pedigüeños limosneando miserias, que dicen “Pa” comprar velas y que termina en retablos, en cuadros y vestimentas que engalanan a sus jefes. Un dios que pare la hambruna, que no se mueran más niños, que se terminen las guerras, y mire por el rebaño como algunos es que llaman a los pobres de la Tierra.
Y le quisiera pedir, que ahora, con el 5G que han inventado los chinos, me llame alguna vez, pues por más que yo le grito mirando al cielo iracundo, parece que está muy lejos y no me puede escuchar. Y no es falta de respeto. Es mi dios, y le hablo como quiero, cada cual a los demás, esos que suyos los son, que usen lenguajes distintos que le enseñan los que hablan diciendo que en nombre de Él.
Y si alguien se ha ofendido, ahora le pido perdón, pues soy tan bien educado que lo hago, a pesar de la razón.
Vicente José Gil Herrera